viernes, noviembre 04, 2005

VALE LA PENA REIRSE UN POCO DE LA REALIDAD FUEGUINA... ¿o llorar?

El brazo también es mío

“El juicio de la bragueta” es una desopilante obra literaria publicada a comienzos del lejano siglo XXI por una desaparecida editorial llamada “Botella al Mar”, cuyos propietarios, según cuentan distintos historiadores, acabaron internados en un manicomio allá por el año 2035. Dicen que al menos cinco integrantes de aquel equipo periodístico pasaron los últimos años de sus vidas tomados de las manos en una ronda, tarareando una ignota melodía a la que sólo agregaban de vez en cuando la frase “Contra el poder”.

No está claro que “El juicio de la bragueta” se haya basado en hechos reales, aunque podría haberlo sido, a juzgar por las democracias débiles que caracterizaban la vida política de la época. Sin embargo, es casi un hecho que los autores han novelado algunos aspectos de la historia para dotar de un tono más disparatado a la narración y de esa forma sorprender a los lectores con toques de comedia. Sin pruebas contundentes a la vista, resulta más válido aceptar que ciertos acontecimientos descriptos en este ensayo son inventados, a pensar que realmente ocurrieron de esa forma.

Es que el libro cuenta las instancias de un juicio político llevado a cabo contra un jefe de Estado en una provincia lejana y olvidada, pero con protagonistas que parecen sacados del género grotesco, más que de un escrito testimonial o documental.

El gobernador está acusado de múltiples desmanejos presupuestarios y de haberse enriquecido con fondos públicos, que habría utilizado, en parte, para comprarse varias propiedades y vehículos. Estos rodados antiguos se denominaban “cuatro por cuatro” y eran venerados como dioses entre los primitivos habitantes de la Isla.

El funcionario separado de su cargo ante el cúmulo de irregularidades elige defenderse con un argumento genial: advierte en forma vedada a sus antecesores en el puesto y a quienes buscan juzgarlo, que él tiene derecho a robar porque los demás lo han hecho antes y han quedado impunes, y que si siguen presionándolo, “tanto va al cántaro a la fuente” que al final los delatará a todos.

Efectivamente los legisladores que deben llevar adelante el juicio tienen mucho para esconder. Ellos hicieron la vista gorda ante defraudaciones mayores aún, cometidas por funcionarios anteriores, pero ahora quieren volver al poder para repartirse cargos y seguir robando.

El mandatario no se anda con rodeos y contrata como defensor al abogado de la mafia. El letrado concurre a las audiencias donde acusan a su cliente y soporta estoico como le recuerdan su pasado mafioso. Rápido de reflejos, contraataca de inmediato: “seré mafioso, pero no olviden algunos de ustedes, que si están libres es porque yo los defendí en causas de corrupción anteriores, así que guarda con seguir atacándome. Y a aquel grupo le digo: tengan en cuenta que ustedes me trajeron a la Provincia para ser juez, y en ese momento no les importó que fuera el abogado de la mafia, así que ojo, porque puedo hablar”. El argumento deja dubitativos a los juzgadores.

Mientras el juicio sigue, el gobierno es ocupado por el vicegobernador, un empresario varias veces peleado con el jefe de Estado, quien llegó a acusarlo de urdir un plan para asesinarlo. El vice llegó al poder aliado con el núcleo duro de los legisladores, quienes llegan a aportarle algunos funcionarios a su gabinete. También tiene problemas: le debe al banco una deuda millonaria y se sospechan maniobras dudosas con empresas constructoras.

Otro gran protagonista del relato es un Poder Judicial adicto, cuyos máximos integrantes fueron nombrados por la gestión anterior a la del gobernador, pero rápidamente se pasaron a las filas del mandatario a cambio de unas cuantas prebendas. Estos jueces logran reincorporar al gobernador en su puesto cuando los legisladores lo suspenden por primera vez, y uno de ellos recibe a cambio la designación de su esposa en el Banco. Pero después pierden poder y quedan al borde de la destitución.

El libro describe a pintorescos personajes secundarios, como un ministro que mandó a poner un avión sanitario arriba de tacos, que trató de borracho al vicegobernador, y que reveló haber encontrado manchas de esperma en los sillones de un despacho oficial. También desenmascara a periodistas veletas que cobran por hacer notas livianitas y preguntan antes de publicar algo.

Lamentablemente las últimas páginas de la obra se han extraviado y hay quienes aseguran que los pocos ejemplares disponibles se encuentran en las mismas condiciones.

El final de la historia es un misterio que vuelve al escrito aún más enigmático y provocador.

“El juicio de la bragueta” tiene un final abierto, un gran signo de interrogación similar a la pregunta que se hacen los científicos sobre la súbita desaparición de esta civilización austral, de la que poco se sabe ya. Algunos hablan del gran terremoto del 2025, mientras que otros más arriesgados mencionan un ataque de canibalismo generalizado que derivó en que los habitantes terminaran comiéndose unos a otros hasta reventar. Según la leyenda, el último fueguino se comió a sí mismo, al grito de “aumento de sueldos, plus vacacional, megapase, camioneta cuatro por cuatro, el brazo también es mío”.

(Fuente: Botella al mar)

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