viernes, julio 28, 2006

SOLO LOS HOMBRES BUENOS

Sólo los hombres buenos viven todo un día.

Nacen por la mañana,
serenos ante el sol que se levanta;
erguido desde el alma,
con los pies más abajo que los zapatos;
con la cara tranquila;
con la mente educada a pensar que es el camino;
qué silencio es mejor;
¿cuál es el grito?; ¿cuándo decir no quiero?;

¿cuándo aceptar lo inaudito?.

Por qué llorar de risa y reír en un llanto, ¿por qué?.

Sólo los hombres buenos viven todo un día.

Sólo los hombres buenos aguardan un instante;
escuchan la verdad del que está enfrente,
comparan su verdad con las verdades
de cada humanidad que hace que exista.

Sólo los hombres buenos tienen prisa
en señalar el rumbo a la vertiente,
para que cada sed sea apagada
con el agua de todos los bautismos.

Sólo los hombres buenos ponen
su fe encima de las piedras,
para que el mundo vea y sepa que la fe
siempre es cúspide y puente en los abismos.

Sólo los hombres buenos ignoran que lo son,
cantan cuando el silencio aturde en el cerebro
y cuando en primavera revienta el corazón de la semilla,
y el sonido culto de las flores y el polen lanza su dulzor de vida,
sólo los hombres buenos en silencio ponen en cada flor una sonrisa.

Sólo el hombre que es bueno se desvela
por ser mejor que él mismo cada día
sin comparar lo bueno de los otros ni permitirse el lujo de ser guía.

Sólo los hombres buenos son buenos hombres.

El pan del hombre bueno es diferente
por ser igual al pan del que lo niega,
aunque el pan generoso oferente no
sepa quién lo escupe y quién lo riega.

Si pudiera encontrarte en el camino
y preguntarte simplemente ¿cómo te va?, ¿sos feliz?.
Si pudiera ver tu rostro tal cual fuera,
sin el tonto ocultamiento que los hombres ofrecemos como alivio
a quien por nosotros se desvelan.

Si pudiera seguir tu paso por la senda del tiempo,
alentando tu marcha, vigilando tu anhelo,
recogiendo de a uno los minutos de vida
que sin darte cuenta quedarán detrás tuyo
como flores herméticas, perfumando otro mundo.

Si pudiera decirle al eterno futuro en una tarjetita:
Recomiendote a mi hijo, no lo trates muy duro.
No le regales nada
pero dale el apuro de ser un hombre bueno,
de ser noble y seguro.

Si puedes darle ingenio,
que sea claro, no oscuro,
prefiero que sea esclavo
antes que sea verdugo.

Y una sola palabra al final de su curso.

Dios en todas las horas de su vida y su mundo,
y por Dios te lo ruego, no lo trates muy duro.

José Larralde

A Sandra y a mis hijos.


UN POCO DE HUMO NO MÁS

Tengo que dejarte amigo,
después de tantas distancias que hemos recorrido,
yo con mi alma y vos con tu alma.
No puedo creer que este asunto un día nos llegara;
cuarenta y pico de octubres pasaron como si nada.

Te conocí cuando a penas si me lavaba la cara,
diez años...doce a lo sumo. Poca razón, muchas ganas.
Recuerdo iba de a caballo un tordillo, clinas largas,
que Don Segundo Larralde le había comprado a una vasca;
después pasó algún tiempo, se cargó a la china en ancas
y tuvieron un muchacho, varón, de pocas palabras,
primo y hermano a la vez de quien te dice esta carta.

Te llevaba en el bolsillo de una blusa ratonada
hecha de bolsa de harina 5 ceros bien lavada
que me costureó la vieja a mano y bien reforzada;
te saqué como quién saca un pájaro de una jaula.
Despacito y con cuidado... y el corazón galopiaba...
Yo sabía que estaba mal y que estaba haciendo trampa,
pero quería sentirte... y el corazón galopiaba.

Recuerdo en aquella siesta que debajo de una rama
sin bajarme del caballo te eché la primer pitada...
no se si llegue a las dos. Habría sido fuerte el Tata,
se mandaba cuatro atados y ni tosía ni nada.
Brasil, la hija del toro José León, se llamaba
aquel hermanito tuyo que me quemó las entrañas.
Después me quedé algún tiempo, solamente con las ganas
porque plata no tenía y calodiar me asustaba.
A veces lo veía al viejo "grapa fuerte y bocanada",
pasó su vida pitando y se fue de una pitada.
"Pobre vasco" dijo alguno, mientras la vieja rezaba.
Cosas que tiene la vida... total si ni casi nada,
!un poco de humo nomás!, me dije... mientras pitaba.
No puedo creer que este asunto un día nos llegara:
tener que dejarte hermano, después de tantas distancias.

Me conchavé de aguatero y fue mi primer jornal;
si bien la pasaba mal por aguantar ser mandado,
compré mi primer atado de la marca "Cardenal".
Más chucaro que un bagual fui juntando años tras años
y aunque nunca hice el estaño porque no fui tomador,
me acontecí fumador de rubio, negro o castaño.
En noches donde el tamaño de la soledad es brava,
cuando ya todo se acaba y uno se cree que ha terminado,
siempre estuviste a mi lado igual que el mate y la pava.
Y cuando me iba al boliche y no alcanzaba la plata,
en vez de alzar alpargatas, yerba o algún otro lujo;
me sometí al embrujo de un tabaco negro en lata.
Con papel de arroz "El Sol", solía armar el caporal;
tirante como un pegual solía quedarme el gargüero;
era fuertón y fulero y de alquitrán... sin igual.
Ninguno tomará a mal si le hablo a aquel cigarrillo tan pobretón y sencillo,
compañero en todo trance, aunque sienta que me avanza la espalda con su cuchillo.
A veces siento que un grillo suele salirle al respiro.
Prendo y al rato lo tiro o su cerrazón me acogota
y hay un algo que rebota en el fondo de un suspiro.
Pero con él, cuando aspiro el ñudo de una pena,
siento que se hace más buena, siento que me duele menos.
Me dice que es un veneno, je! yo se bien lo que envenena...
pero a pesar de quererte, tan hondo como te quiero,
hay rumores que el pampero trae malas nuevas por viejas,
dice el doctor que las rejas tienen menos prisioneros...

Se amontonan aguaceros en los charcos de la vida,
se amontonan las heridas adentro del corazón,
pero dice la razón que hay humo de horas perdidas.
Como ves, no me resigno tan fácil a abandonarte,
yo que anduve en cualquier parte, ganando y perdiendo todo,
como ves, no encuentro el modo de abrirme sin traicionarte.
Se que no podré olvidarte y se que habrá mucha gente,
que dirá que no es prudente, que rayo en la apología,
je!, si fuera dios, podría decenciar al indecente,
pero soy hombre y pariente del resto de la jauría.

Tengo que dejarte, amigo, después de tantas distancias,
cuarenta y pico de octubres pasaron como si nada.

José Larralde

sábado, julio 01, 2006


Cuarenta y nueve en un uno de julio.

Sin pelo, pero con todo...